Julio es el mes de la “yerba” en Omaña Alta. Armados con el gadaño (hoy potentes segadoras, empacadoras y tractores), los omañeses se entregaban a la dura labor de segar, volver, rastrillar, recoger y llenar los pajares con la hierba que durante los meses de invierno sería el alimento del ganado.
A principios del verano era el momento de picar y afilar el gadaño. El sonido del repiqueteo y el paso de la piedra de afilar por la hoja llamaban a todos al trabajo.
Algunos “praos” eran más llevaderos, pero en otros casos, el desnivel y la distancia al pueblo eran retos que no conseguían atemorizar a los duros omañeses, el cuidado de su ganadería, su principal actividad económica y su sustento familiar, era lo primero. Eso si, había que madrugar y casi salir al amanecer para avanzar la tarea antes del medio día, cuando más calentaba el sol. Los niños aportaban su trabajo, bien a la hora de volver la hierba, bien llevando la “fardela” y la “marmita” con la comida recién hecha para los segadores. ¡Tampoco faltaba nunca el pellejo o la bota del vino!
Buen segador era aquel que hacía los “marallos”, las filas de hierba, bien rectos. En muchas ocasiones, las familias se juntaban para segar en grupos e ir más rápido. Al día siguiente, las mujeres y los niños se encargaban de dar vuelta a la hierba con la horca, la “forqueta” de madera para que secara bien a sol antes de recogerla.
Una vez seca, se apañaba en montones y luego se cargaba en los carros, de los que tiraba la pareja de vacas “uñidas” hasta el pajar. Cargar el carro requería experiencia y sabiduría para que la hierba permaneciera en su sitio hasta el final del trayecto, que solía transitar por empinadas calzadas o caminos pedregosos. Los “tadonjos” del carro hacían su función de asegurar la hierba encima.
Al llegar al pajar, la hierba se metía al pajar por el “boqueirón”. Una vez dentro, era necesario aplastarla, por lo que se le daba carta blanca a los “rapaces” para que saltaran divirtiéndose desde las vigas, ¡convertidas así en trampolines de secano!
Normalmente, la Fiesta de Santiago, que se celebra el 25 de julio en Fasgar, marcaba el final de la tarea. En cada casa, el último carro de la temporada se celebraba colocando encima el “ramo”, un manojo de escobas u otras ramas.
¡Todo listo para llevar las “mañizas” (trozos de la hierba) a las vacas en sus “preseles” de las cuadras durante los duros meses del invierno sin que tengan que salir de casa!