Aunque hoy en día ya no quedan muchos exponentes de la vivienda omañesa, algunos elementos de su estructura se conservan en los pueblos de Omaña Alta.
La casa omañesa se concebía como una vivienda para todos los habitantes, los propietarios, su familia y también su ganado. De esta forma, la actividad agrícola definía los usos que se hacía de ella, agrupando en el mismo espacio tanto la vivienda propiamente dicha, como las cuadras, diferenciadas según los animales que en ellas se recogían.
Tradicionalmente, las casas se techaban con paja larga y escogida a mano en cuelmos de centeno, sujetos a la madera. Eran los teitos, de los que sobresalían los testeros escalonados formados por grandes losas que hoy son testigos de aquellos tiempos. Así estaban los pajares, cuadras, molinos, fraguas, hornos, las cabañas y los chozos en los montes.
Paredes de piedra y corredores de madera
La piedra es la protagonista de la estructura de las casas en Omaña. Ahora revestida de cemento, tradicionalmente se hacía con mortero de barro y cal. Muchos fueron los canteros gallegos que recalaron en los pueblos de Omaña para “hacer pared” con gran maestría. Aún pueden admirarse algunas de sus obras en las casas actuales.
La armadura de la casa se jalonaba con grandes vigas de roble albar, que también se utilizaban para los corredores y pórticos. De un solo piso y planta rectangular, la casa omañesa pasó en el siglo XX a ocupar dos plantas y a techarse con pizarra, más resistente al peso de las grandes nevadas del invierno. Algunos patines (escalera de piedra que daba acceso al corredor exterior de madera) aún pueden verse en algunos pueblos. De esta forma, la cocina y las habitaciones pasaron a ubicarse en la planta superior y se dejó la inferior para las cuadras, aprovechando de esta manera el calor natural de los animales en los meses más fríos.
La mayoría de las casas cuentan con un corral interior al que se accede por las portonas, y en el que se guardaba el carro y los aperos de labranza, el leñeiro, el pajar, la corte de las ovejas y las cabras y la cubil de los gochos.
Muebles tradicionales
Todas las cocinas contaban con buenos escaños (bancos) para el calecho o el filandón. En el cuarto, justo al lado, se ubicaban los camastros. Y en ninguna casa faltaba la cocina vieja, donde se ahumaban los ricos embutidos, con el llar, las pregancias y el horno de amasar el pan.